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* La Revolución por La Tierra *

  • cavernico9
  • 26 abr 2022
  • 0 Min. de lectura

Inspiración


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Desde que nacemos del vientre de nuestra Madre,

ya venimos con un camino determinado para hacer florecer la Vida...

Pero no todos podemos verlo...

Dicen que el camino tiene ojos... nos hace conocer... el camino te guía...


Los hombres que caminamos conocemos el corazón de las personas...

Cada uno, dependiendo del lugar donde vive, abre su corazón de diferente manera...


¿Qué está pasando en este Mundo?

¿Cómo se ha trastornado la vida?

Es un tipo de enfermedad desconocida que le ha dado a la gente que

solo están a la búsqueda de plata y la quieren toda para si mismos....

¿Cómo vivir así?

Solo te da por llorar...

Nuestro tiempo ha terminado...

Nosotros ya no podemos hacer nada...

Será responsabilidad suya esta nueva forma de vida...

Ustedes enseñarán y de esa manera caminarán...


Hipólito Peralta Ccama


https://vimeo.com/232411215

Introducción

Con silente y elocuente venia, procedo a agradecer a los accionistas de la CIA MultiNacional Española REPSOL, a su nómina de ejecutivos y al cuerpo de operarios.

A todos en su conjunto, porque si no fuese por su modelo de negocio, persistiría en el imaginario colectivo que la inversión extranjera para la extracción de Recursos Naturales es sinónimo de prosperidad para los países en vías de ascensión del subdesarrollo.

Aparte de la justa relación de gravedad del cohecho pasivo yace subliminal diferencia en el gradiente de responsabilidades.


Para definir el perímetro del daño colateral, es menester señalar a los responsables indirectos del ecocidio:

A los núcleos familiares que consumen mensualmente balones de Gas Licuado de Petróleo para la cocción de alimentos, se suma una numerosa masa de humanos que lleva el sustento a la mesa del hogar contaminando el aire que respiramos ´recurseándose´ a bordo de chatarras rodantes y, ni que decir, de aquellos que llenan sus mesas comisionando por la colocación de ventas de nuevos vehículos a un saturado parque automotor sin adecuadas vías de circulación.

Sin olvidar la deshonrosa mención a los agentes vendedores de las industrias derivadas de la refinería del petróleo: Plásticos.

Por doquier, como cancha, los calzamos, los vestimos, desechamos basura en ellos, empacamos comida con ellos y los cargamos dentro del organismo.

Mención aparte merecen aquellos que siempre encontrarán una nueva excusa para justificar su derecho a la comodidad individual:

Los unos, a bordo de una cabina de lata a buen resguardo del indeseable contacto diario con la realidad del populacho.

Los otros, en perenne estado de modo paseo/Turismo conduciéndose en delito fragante cazando los precios más bajos por el conveniente capricho de mirar las nubes desde arriba mientras se carga la atmósfera de polución y se rocía acidificación sobre los Océanos.


Conforme a lo anunciado, todos, empezando por El Autor, sin excepción, somos responsables del desastre acaecido hace más de 100 días en el mar de Ventanilla.

El daño es irreversible y perdurará más allá de las subsiguientes generaciones.

No resta mucho más tiempo ocioso antes que se desate la debacle de nuestra especie.

Ninguna sociedad del Mundo conseguirá sobreponerse al Cambio Climático que gatillamos a diario con consumo compulsivo.

Convénzase de una vez por todas que la ayuda no llegará del espacio exterior.

Desista de prometerse el sueño de un futuro mejor reubicándose más arriba del Ecuador.

Hágase responsable del lugar que le tocó habitar.

¿Qué está dispuesto a erradicar en sus hábitos de consumo para compensar su huella de carbono?

Si Usted está dispuest@ a interpelarse,


Sea bienvenid@ a la lectura.

Material Externo

Consulte una fuente histórica verídica:

https://www.youtube.com/watch?v=VbVG--4R3tE

Episodio I. Altiplano

Esta historia inicia en un vestigio arqueológico en la cima de una Isla del lado peruano del lago Titicaca.

A la distancia, el templo de adoración parecía lejano e inalcanzable debido a la proximidad del crepúsculo. El guía sugería descartar la idea porque no era razonable esperar que el propósito fuese conseguido por visitantes de distantes longitudes recién llegados al lago más alto del mundo.

Del ancestro que ya les he hablado, heredé la capacidad de calcular tiempo y distancias a ojos vista.

Me pareció perfectamente factible llegar allí. Me puse en marcha sin imaginar que la empresa rompería la inercia de oposición y despertaría voluntades indecisas.

Alcanzamos el punto más alto a tiempo para presenciar una puesta del sol memorable. El evento duraría apenas tres minutos, pero quedaría grabado en la memoria a perpetuidad.


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Las últimas luces se difuminaban en el horizonte cuando se aproximó el pesimista guía para estrecharme con un abrazo acompañado de palabras que así recuerdo:

“Tú, has sido elegido por los APUS, para ser guía hacia el camino de La Luz.”

Esa noche, de regreso a la estancia, me enteraría que se referían a ese enjuto muchacho de rostro adusto como guía no por asuntos turísticos, era el APU* de la comunidad.

Entonces entendí porque el abrazo suyo transmitió una calidez indescifrable que provocó lágrimas de emoción.

Más que palabras. Había recibido su bendición.

ABR ´16.

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*APU. - Líder comunitario responsable de salvaguardar prácticas ancestrales de adoración a los APUS, espíritus tutelares de las montañas andinas.



Episodio II. Amazonía

AGO ´17.

La cita fue acordada a orillas del río Huallaga.

Me presenté con retraso debido a la colecta de víveres en un distribuidor mayorista del mercado de Juanjuí, San Martín.

Con la autorización de la Jefatura, me internaría durante cuatro semanas en la zona de amortiguamiento del sector oriental del Parque Nacional del Río Abiseo.

El Guardaparque-motorista ya había cargado todas las provisiones en el bote, conversaba con un hombre de avanzada edad que compartía el destino.

Desde el principio se mostró afable y demostró insaciable apetito por la extroversión. Se presentó como un corresponsal de prensa con exclusividad de despachos para América TV; y continuó con intermitentes pausas remontándose a sus raíces ancestrales y mixtura genética. El trayecto remontando el río ofrecía suficiente anchura de tiempo para que me participe tambén de la rígida crianza que recibió de su abuela. Me puse de pie intempestivamente para observar embelesado el vuelo de una pareja de guacamayos azules pero a él no pareció molestarle el desaire, su repertorio era vasto como caudaloso el encuentro de las aguas en la desembocadura del Abiseo, una vez superado el cruce prosiguió la cháchara:

Necesitaba una pausa, un respiro a la rutina diaria, por eso se agenciaba un retiro de esparcimiento lejos del bullicio de la ciudad para hacer lo que le era negado en el hogar familiar: Revivir la ignota hazaña de su juventud dentro de la espesura del bosque buscando hallar la ruta de acceso al monumental sitio arqueológico Gran Pajatén.

Pero esa historia, me aseguró, me la confiaría más adelante.

Lo que se presento en ese momento fue una situación imprevisible para el motorista:

El caudal del río estaba muy bajo en ese tramo, el bote había quedado varado sobre canto rodado y por el peso de la carga, resultaba imposible maniobrar la fuerza del motor para reanudar la navegación. Ellos saltaron de la embarcación para mecerla, imité sus movimientos y lo conseguimos tras denodado esfuerzo. La operación se repetiría tres veces más conforme nos aproximábamos, entonces comprobé que el parlanchín pasajero no era un bufón, a pesar de todos los años encima sobre escasa musculatura, el hombre era capaz de remontar a pie el bravío río.

Impresionado por su prestancia perdí noción de la apremiante situación en la que me encontraba: El cauce del río me llevó a la saga del bote y a pesar de la resistencia pronto quedé desprovisto de soporte al que pudiese aferrarme, superado por la fuerza de la corriente, tuve que hacer un rodeo y correr sobre canto rodado para alcanzarlos minutos después.

Con una sonrisa pícara mientras se mecía en la hamaca de la pérgola al caer la tarde, el hombre compartió una valiosa lección:

“Los humanos vivimos bajo estado de derecho al amparo de muchas leyes creadas por los hombres de letras, pero la única que rige el mundo es la Ley de la Madre Naturaleza, sino aprendemos a respetarla, te mueres sin más…”

Cuanta gratitud atesoro por ese hombre viejo curtido por el paso de los años, las vicisitudes de su andar, el imborrable legado de su abuela y sus aventuras en los bosques de San Martín.

Desde el día primero, la convivencia fluyó en armonía, caminatas matutinas, cocina a la leña bajo lacerante radiación de mediodía, chácharas vespertinas, fotografías nocturnas a la fauna salvaje.

Días previos de su retorno a la ciudad me hizo prometer que lo asistiría en la captura de tres momentos, quizá irrepetibles:

  1. Una inmersión acuática dentro de una cueva,

  2. Un baño al desnudo en una catarata y

  3. Cruce a nado del bravío y majadero Abiseo.

Concretamos cada uno, siendo el último el que dejó huella indeleble: Fisura de cadera y falange del pie izquierdo.

En la víspera de su salida, escogió un lugar apartado del puesto de control para abordar la última charla. Sentado sobre un tronco seco varado a orilla del río, me aleccionó así:


TODO es cíclico como la energía …

El oleaje del mar se debe al influjo gravitacional del satélite …

Los ríos discurren desde las cordilleras por gravedad …

Los animales consumen energía calórica y sus excretas sirven como abono natural para el suelo fértil …

Así también los humanos, andamos, reímos, lloramos y defecamos …

¿Qué hay de La Tierra?

Rota y se traslada en órbita elíptica hacia la Estrella.

Su movimiento es impulsado por la fusión del hierro fundido en su interior …

Tal concentración de energía necesaria para mover masa

en el vacío del espacio exterior sin gravedad necesitaría una eyección

para que el Planeta no explosione …

¿Cuál sería ese conducto de evacuación?


Contundente preámbulo de raciocinio me dejó absorto sin coherencia para responder.

Con indulgente sonrisa me obsequió la respuesta:


“Los Volcanes…

cada uno de ellos es un tubo de escape,

en su conjunto forman parte del ciclo de transición energética.”

Tomó una piedra en su mano y agregó:


Cada una de éstas fue formada por el flujo de magma desde el núcleo y

compactadas por la interacción con agua…

Todo lo que nos rodea posee un vínculo con el Planeta, incluídos nosotros…”


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Con asombro me percaté que había ocupado mi mente en aventuras, fotografías, comida, lecturas, lascivia y demás banalidades. No había valorado en real magnitud la oportunidad que se me había concedido de contemplar in situ el imperio de la única Ley que hace posible el ciclo de la vida.


“¿Puedes adivinar por qué te traje a este lugar?

No lo diré, será mejor que tú veas para que comprendas…

Dime, ¿Qué hora es? Muy bien, ha llegado el momento…

Fíjate en esa dirección” – y levantó el dedo señalando al Este.

Lentamente, tras la inquietud, desconcierto y asombro, por sobre los montes, la silueta de la Luna bañaba de Luz las aguas del río.


El hombre sentenció con risa infantil:

“Ahora puedo marcharme, ya te enseñe todo lo que sabía.”

Desde aquel augusto día, cada vez que presencié La Luna llena de Luz, no he dejado de bendecir a Teddy “El Paisa” Hidalgo y a su profesor Wilson, de quién aprendió cuando fue tan joven y vehemente como ese mancebo recién asomado fuera de la caverna de la inconsciencia.

___________________________________________________________________________________________

*Nota del Autor:

El lado turbio de la aventura de navegación de los ríos había pasado desapercibido por la exuberancia que cautiva los sentidos.

Sucede que la energía necesaria para desplazarse por sobre el agua implica combustible fósil: Gasolina. Ingentes cantidades para impulsar un ´lata´ cargada de pasajeros y mercancías.

Quedé perplejo al observar la desvergonzada naturalidad con la que motoristas recogen los derrames del motor con esponjas exprimiéndolas sobre las aguas donde se pesca el sustento de quienes no pueden comprar el alimento puesto a la venta en los mercados.

Me retiré de San Martín a finales de Setiembre y hasta esa fecha no había acontecido la llegada del Mijano (masiva migración anual de peces) postergada y diezmada progresivamente además de la contaminación de las cabeceras de cuenca por relaves mineros y combustibles, por la impune pesca con dinamita y barbasco.

Episodio III. La Isla Honshu

ABR ´19.

A 14Mil Kms de distancia con el Océano Pacífico de por medio dejé olvidadas ambas anécdotas en una carpeta de la memoria.

Me encontraba en Chubu, región central de Honshu, vendiendo mi tiempo a cambio de papeluchos en una subsidiaria de la CIA. Automotriz Suzuki, laborando como operario de máquinas de torno y perforación, acumulando 79 horas extras mensuales para cubrir la cuantiosa deuda contraída con el contratista por los gastos de emigración.

La semana laboral iniciaba a las 7 horas del día de La Luna/Lunes y finalizaba a las 19 horas del día de La Tierra /Sábado; después de diez semanas de invariable rutina, mi atención se proyectaba a la Golden Week, la primera de tres semanas de feriados distribuidas cada cuatro meses reservadas para el cese de labor, distención, relajo y veneración.

La infausta anécdota ocurrió a media tarde de un metálico viernes.


La producción se había suspendido por falta de stock de material. Sabido que en esa Isla no existe excusa para tiempo ocioso, se dictó la orden de hacer limpieza en todo el hangar.

Recibí una máquina aspiradora con la que tuve que ´peinar´ el perímetro completo a paso de procesión. Una vez succionado todo residuo de petróleo del piso debía encargarme de la correcta deposición en el exterior.

Dentro de un almacén construido con planchas metálicas yacían apilados numerosos cilindros rellenos de remanentes de producción hasta el día señalado para el reciclaje, ósea, disposición final.

Era la primera vez que manipulaba ese aparato, la inducción había sido con agua del grifo del baño, la advertencia fue explícita:

“Evita a toda costa contacto directo con la piel.”

Así lo hacía sin prever que resultaba más fácil pensarlo que hacerlo, el viscoso contenido era muy pesado para la carga de una sola persona, con ágil reflejo esquivé salpicaduras en el rostro pero el súbito movimiento produjo efecto desembalse del cilindro causando contaminación del antebrazo, abdomen y muslos.

La noticia del accidente se propagó como chisme, el Shain/Jefe encargado ordenó que fuese trasladado a un consultoría de dermatología. Rechacé su invitación, pues no mostraba reacción adversa luego de enjuagarme con abundante agua fría, empero, una semana después alcé voz de alarma cuando presenté numerosos brotes de pústulas acompañadas de incesante escozor.

El médico preguntó si en los miembros inferiores también presentaba erupciones. Me bajé el pantalón y las mejillas de las enfermeras se encendieron acorde a la irritación de mis muslos. El galeno prescribió un tratamiento paliativo experimental durante una semana de absoluto reposo, si no resultaba, aconsejaba cambiar de servicio, ósea, cambiar de trabajo.

Me entregó una receta que canjeé en la farmacia de al lado. La bolsa de papel contenía antibióticos y tres (03) chisguetes de ungüento del tamaño de muestras médicas.

¿Cómo, pues, llevaría el tratamiento con esa ínfima cantidad?

Pretendí comprar un tubo completo pero me hicieron saber con compasión que ya había recibido tres dosis completas para adulto y ninguna venta estaba permitida sin receta firmada previa nueva consulta facturada.

Ahora podía conceder veracidad a innumerables relatos oídos acerca de la legendaria medicina asiática: Minimalismo de antídoto.

Recuperación progresiva o Muerte lenta.

La añorada Semana Dorada transcurrió entre cuatro paredes, chubascos, ungüento, inmisericorde escozor, meditación, lecturas, redacciones, largas siestas y una única salida cuya anécdota amerita una publicación individual.

Cuando me reincorporé al servicio, la irritación dérmica había menguado sin necesidad ni deseos de regresar al consultorio, estaba físicamente apto para laborar pero anímicamente indispuesto debido a una idea que había germinado en el interior:

Si ese líquido viscoso – en apariencia similar a la shiringa/caucho por el color blanquecino y penetrante olor – es un producto derivado de la transformación química del petróleo, crudo negro sustraído de las entrañas de La Tierra, provoca riesgo de septicemia al mínimo contacto con la piel, ¿Qué ha de provocar en la superficie materia de su disposición final?

¿Cuál será y cómo cuantificar el impacto real en el ambiente de esta actividad que me granjea obsceno beneficio monetario?

-Equivalente a más de doce sueldos en mi lugar natal –

¿Queda lugar al escrúpulo moral por un pasivo inestimable cuando UNO cumple honradamente con el trabajo para el que fue contratado?

¿Alguno de los inmigrantes que lleva aquí los años de mi vida se habrá formulado la misma pregunta?

¿A qué respuesta habrían llegado?

¿Quiénes resultarán perjudicados por el inconsciente proceder de los que lucran con este negocio?

Restaba un minuto para que el sonido de la campana pusiese fin al matutino KyuKei/ Receso de 10 minutos; de un vehículo azul de bajo chasis, descendió un compañero de sección, un obeso joven brasilero que olvidaba su calvicie bajo la gorra del uniforme, al observarlo desparramarse por ambos lados a cada paso me pregunté cual era la razón por la que él fuese inmune a reacción alérgica al petróleo que impregnaban sus manos siempre sin guantes.

¿Habría perdido el cabello durante los años de extenuantes jornadas fabriles en esta Isla o en la incesante lucha de sobrevivencia en el interior de San Pablo/BRAsil?

¿También él se habría detenido a sopesar el efecto escalable del daño colateral de nuestro beneficio individual?

Decidí depurar el interrogatorio para no abrumarlo, le pregunté si sabía cuál era la palabra correcta en dialecto local para esa ave, levanté el dedo señalando a una majestuosa garza blanca que se mostraba imponente sobre el tejado azul del santuario colindante.

El gordinho giró su redondo rostro y respondió con franqueza:

“Eu não sei... Eu não tinha visto um pássaro assim em toda a minha vida. …”

Entonces creí fútil inquirir acerca de las aves, fauna, biósfera, Naturaleza y Ecología.

No hallaría respuestas convincentes por parte de terceros en ese lugar.

Subimos los escalones hasta el tercer piso del hangar, hacia una tóxica atmósfera que nos encapsulaba de espaldas a la vida.

Lo hacíamos a voluntad de beneficio.

Que vergüenza.


F I N

__________________________________________________________________________________________

Nota Final: Desde aquel día, El Autor, experimentaría una creciente abulia que devendría sesenta días después en la rescisión del contrato por despido, mudanza forzada, ´Round Trip Flight´ hacia Lima con escala en La Amazonía.

Puede acceder a ese episodio del relato siguiendo las publicaciones vinculadas en la franja inferior de la página.


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