REFLEXION
Piense en el movimiento pendular.
Así nos aproximamos y alejamos del calor de nuestra estrella.
Uno NO puede pretender hacer lo mismo a lo largo de cada vuelta a la elíptica...
Aprender a dosificar, es el secreto para alcanzar la plenitud sin zozobrar en el intento.
Breve EXORDIO
Recientemente, me embarqué por vez primera en la lectura de la obra culmen que le valió a GABO el premio nobel de literatura en el ´82.
¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeee dices?
– interrumpe con exclamación la primera interlocutora en saberlo -
¿Qué hasta ahora no leíste “El Amor en los tiempos del cólera” ni
los “Cien Años de Soledad”?
Pues no lo hice, y tú, ¿Leíste el Timeo, el Critias y el resto de diálogos de Aristocles?
"..." - Su silencio responde por por ella.
Eso suponía....
Pues no vuelva a interrumpir que hay personas leyendo en este preciso instante:
Transcurridos 109 meses desde la desaparición del Gabo, nacido en Aracataca y desaparecido en la Ciudad de México, recientemente su nombre y su obra volvió a la luz de la opinión pública por la realización actuada de su célebre Macondo a través de una plataforma de streaming.
La mañana de su deceso, recibí una llamada familiar para informarme, a lo que respondí con desdén ya que me preparaba para iniciar la caminata desde la hidroeléctrica de Santa Teresa hacia las aguas calientes del Machu Picchu.
A mi retorno a la ciudad, aún extasiado por los maravillosos colores de Los Andes aún impregnados en las retinas, incumplí la secreta promesa que hice de leer su obra con la devoción que ameritaba su talento pero fui postergando la lectura mientras me ocupaba en conseguir un nuevo empleo para costear la siguiente visita a las montañas.
Conseguí asegurar el ingreso aunque apenas duró algunos meses, lo suficiente para pagar la renta y comprar algunos libros desde hacía tiempo prometidos, pero en el trajín del ir y venir cargando un maletín deportivo al hombro, olvidé descargar el archivo fotográfico de la primera e irrepetible visita al Cuzco de la memoria del teléfono, un aparato de vanguardia que no conocía de gradientes de gama en aquel momento.
Camino de regreso a casa, en las inmediaciones de la plaza de San José, encontré en un kiosco de esquina, una publicación que anunciaba en su portada
¿Qué comeremos?
La Amenaza de inseguridad alimentaria frente a la superpoblación.
Llegué a casa consternado por la nueva inquietud, encontré sentado a la mesa al primogénito de mi abuela, a quien, por primera vez, podía dirigirle la palabra para conversar en vivo y directo.
Compartí la novedad y él respondió incrédulo:
“Si me preocupo a diario de lo que estoy comiendo, no disfrutaría de la comida… Esos alardes, de inseguridad alimentaria, vengo desoyendos desde que era tan muchacho como vos…
A ningún lugar conduce el miedo…”
Vale, respeto tu opinión pero me temo que estás menospreciando una amenaza escalable. mejor charlemos de otra cosa.
Y así repetimos le hábito de charlar, durante días consecutivos.
La última tarde antes de su partida definitiva a su lugar de residencia, caminaba presuroso para llegar a su encuentro, no me percaté del vehículo menor que se encontraba detenido en la esquina del vecindario, el solitario piloto usaba un casco blanco. Eran tiempos en los que UNO podía caminar seguro dentro de su vecindario, así que continué mi diario transitar desprovisto de desconfianza.
Al girar la esquina, apenas restaba una corta cuadra del jirón antes de cruzar el parque donde solía correr desde que tengo uso de razón, y luego, finalmente, la seguridad del hogar.
De súbito, irrumpió el sonido de un motor que aceleró y se detuvo en seco. Tremendo jaleo inaudito llamó mi atención, al girar para observar el origen del escándalo encontré al piloto del casco blanco que se aproximaba a zancadas estirando hacia mí un objeto metálico color negro que empuñaba con determinación.
El instinto de supervivencia deslizó mis pasos uno tras otro hasta agazaparme a la pared, este sujeto bien sabía que cargaba el dispositivo móvil en el bolsillo interior del saco. Estiró su mano dentro de mi atuendo y rastrilló el aparato entre mis ojos.
“Quieto o te quemo.”
– pronunció el bandido antes de marcharse con el arma en ristre.
Ingresé intacto al hogar, sin derramar orina ni heces en mis interiores, pero desprovisto de mis valiosos recuerdos y sin ganas de hablar al respecto. Se me quitaron las ganas de ser amable con el mundo.
Desde aquel día, detesto a cada motocicleta que acelera a mis espaldas e imagino tantas cosas que prefiero no describir por prudencia.
¿Ordenar un pedido por delivery? Jamás.
Ahora conoce Usted, cual es el motivo de mi solitaria lucha en contra de esos vehículos que de un tiempo a esta parte han avasallado la paz y salud mental de la población que cometió el error de ofrendar la mano confiada a una masa inmigrante.
¿Xenofobia? No, es algo diferente. Apostaría que no soy el único. Para muestra, lea ESTA columna de opinión jamás mejor titulada.
Ahora me pregunto, ¿Qué será de la vida de aquél incrédulo de la inseguridad alimentaria?
He oído que allá, donde él reside, los precios de los alimentos que aquí se pudren al calor, se han disparado por el incremento de la inflación.
¿Serviría de algo hacerle oír ESTA alarma que se repite sucesivamente desde aquella tarde de setiembre del 2014?
Como usted comprobará a lo largo de lectura, la mente humana ha sufrido tantos ataques y desgracias desde el solsticio del 21dic12 que muchos han caído en el profundo abismo de la locura que a tantos otros hubo absorbido.
Algunos no se avergüenzan de cometer la osadía de comparar a un ser humano como un perro para aleccionar diciendo así:
“No se le puede enseñar trucos nuevos a perros viejos.”
Me resisto a recurrir a esa comparación.
Prefiero corregir diciendo así:
“¿Cuál es la diferencia entre dos árboles que se estiran hacia La Luz, el uno robusto y el otro lánguido?”
BIENVENIDO SEAN
a la lectura.
PARTE PRIMERA
Por incomprensible decisión del editor, esta vez quedará reservada para después...
Estimado lector, todas las líneas que Usted recorrió con la vista hasta este punto fueron necesarias para situarla en contexto del verdadero asunto que inspira y sustenta esta redacción. Le he facilitado en menos de 10´de lectura, una pesquisa que demandó años de investigación continua.
Contrario a lo que Usted pueda intuir, la extensión de lo que prosigue a continuación es nimio en comparación, pero más emotivo ya que la esencia humana es más cálida que la frialdad de la evidencia.
Me pregunto si aún conserva el interés por entender hacia donde le conduzco…
PARTE SEGUNDA
En el lugar donde me encuentro ahora, circula una publicación de edición semanal que es la más brillante entre las pocas lumbres que languidecen bajo el manto oscuro y perverso de la corrupción dentro del espectro periodístico.
No soy suscriptor del semanario pero accedo a cada ejemplar sin incurrir en la deleznable práctica del pirateo que pretende liquidar sus ingresos para silenciar su opinión, y por ende, enturbiar la de los lectores fieles.
En la edición #711, un columnista abre su corazón para manifestar la incertidumbre hacia el porvenir y el desasosiego que va apoderándose de su interior cada vez que se detiene frente al espejo a observar sus abultadas ojeras y asimilar – no con poco espanto – que el tiempo le adelanta la partida, que pronto alcanzará edad de 35 y aúno no empezó a escribir esa novela que NO publicará jamás, mientras sus amistades coetáneas se hubieron embarcado en la promesa del techo propio al final de la hipoteca.
¿Dónde he oído eso antes?
Yuyari Yuyari / Recuerda memoria…
En la edición #713, otro columnista - el mismo que había alertado del predominante olor de cannabis en Nueva York, así como la abundancia de perros y zombies callejeros – utilizó la palabra MIERDA para describir a una ciudad caótica en diversos aspectos, donde la población debe esperar resignada y silente durante cinco décadas para hacer uso de un sistema de transporte que NO está interconectado.
Este ciudadano bienaventurado por su inobjetable sinceridad compartió sus impresiones del advenimiento de la Natividad percibidas en su diario discurrir por la ciudad de MIERDA.
Finaliza su columna de opinión utilizando nuevamente la palabra MIERDA para referirse al año calendario en ciernes.
*
Estas líneas gratuitas que Usted puede recorrer a placer de su propia velocidad de lectura fueron dibujadas, digitadas, editadas y publicadas desde la misma ciudad y debo manifestar con probidad que ciertamente, en muchos aspectos, por lo general, con pocas excepciones, es una soberana y reverenda MIERDA.
Por donde camino encuentro calzadas y veredas sembradas de mierda, NO hay un solo vecindario donde no haya encontrado a alguien sujetando con una mano la correa del can y en la otra, envuelta en bolsa plástica como si fuese un guante, mierda recién evacuada.
En cada jardín y parque encuentro perros girando, preparando el terreno para soltar MIERDA.
Las gentes se desviven por los animales, sus presupuestos incluyen partidas para baños, gimnasios y hoteles, además les visten con ropitas, les colocan pañalitos, cargan con ellos para hacer turismo, les celebran cumpleaños, bodas, cremaciones y más conductas aberrantes insólitas en tiempos de mis abuelos.
El olor a excremento es ubicuo aunque desapercibido por la humedad del aire y la combustión de vehículos que saturan calles y avenidas.
Los habitantes de esta ciudad NO usan tapabocas, NO están enterados de los altos niveles de polución del aire que respiran a bocanadas, les importa poco o se presumen inmunes, invulnerables de cara a las enfermedades respiratorias.
Les observo en silencio a la distancia, NO aprendieron a respirar, NO caminan lo suficiente, andan distraídos, lucen obesos, miopes, lentos, temerosos, apeligrados, pasivos, otros activos y otro subgrupo que se considera NO binario, se conduce con orgullo efectuando demostraciones de una evidente desviación que se ha incluido en la nueva normalidad donde rige el patrón de piel marcado por tinta, lo que antes era visto con carácter de proscripción social, hoy, gracias, a la industria del fútbol, se ha extendido como un signo de identificación y cohesión social. Y esa perversión en la mente, abre el camino para otra disociación: La interacción que hace al ser humano.
El diálogo ha sido profanado, reducido, sustituido por la mensajería instantánea, la palabra silenciada y reemplazada por una figurita emoticon, la opinión tergiversada y viralizada como un meme, axioma de una asignatura en aulas universitarias: Memeología.
Estos son los tiempos de MIERDA que se asoman en el albor de la época pos sindemia.
A bordo de los vagones de la única línea de tren operativa, de buses articulados y taxis de applicativos, se observa lo mismo: los pasajeros que dependen de una pantalla para entretenerse y/o informarse. Pocas resisten a la tentación de vivir conectados.
Me temo, la primera infancia ha sido capturada e inducida pérfidamente hacia la pornografía, un parásito mental y espiritual que ha de carcomerles las neuronas de manera irreversible, absorbiéndoles hacia las honduras del abismo de la perdición. La fornicación es apenas una de las incontables celdas del Alma humana.
Oscar ATHIE cantaba ASI la letra que se oye:
♪ Flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones … ♫
Así me conduzco al inicio de la segunda mitad de los 33 por esta ciudad de MIERDA, habiéndole expuesto antes la falacia de la edad del Cristo.
Abordemos ahora a una sublime musa, la música.
El director del semanario se confiesa culpable de huir lejos de esta ciudad de MIERDA, mas allá del genocidio israelí perpetrado en Gaza, escapar sin mover los pies, dejándose elevar hacia las esferas más perfectas de la inspiración halado por las notas musicales magistralmente concebidas por Juan Sebastián, Antonio y algunos insignes más.
“¿De dónde proviene la música?"
Y,
¿Qué sería de mi sin música y literatura para olvidarme, si quiera un momento de esta nefasta realidad?”
Así finalizó su matizada opinión semanal en el # 714.
Ahora es mi turno para exponer a Usted mi peculiar gusto musical.
La reflexión tiene como cimiento un recuerdo de los memorables años maravillosos de la edad escolar.
Una hojalata marca Tico -gracias a las facilidades de importación de chatarra MadeinJapan gestionadas por el dictador de la constitución del ´93 – pintada de color amarillo -por ordenanza municipal como indispensable requisito para prestar servicio de taxi dentro del Centro Histórico de la ciudad – a bordo de ese vehículo me dirijo a la escuela parroquial de niños pobres del barrio de Montserrate. Cuatro monedas es el precio regateado que acepta el taxista para recorrer tres kilómetros atravesando la congestionada av. Colonial en menos de diez minutos – eso no estaba acordado en el pago, se exige ya abordo – para evitar otra tardanza.
El trayecto inicia en las inmediaciones del Ministerio de Transporte, qué fácil resulta conducir en línea recta por el Jr. Zorritos cruzando la av. Ugarte, proseguir por la av. Wilson (ahora Garcilaso) cruzar “La Colmena” y proseguir línea recta por la av. Tacna, pero una vez allí, resultaría imposible detenerse en alguna esquina para descender mucho menos girar hacia la izquierda, considerando que en aquella época no regía ningún ordenamiento vial apreciable más allá de los colores de los semáforos.
A saber: Era posible tomar un taxi en el perimetro de la Plaza Mayor.
Así que el trayecto guiado por mis indicaciones forzaba al conductor a seguir una ruta temeraria evitando, que no es lo mismo que irrespetar, todo semáforo hasta alcanzar el Jr. Dansey girar hacia el Jr. Huarochirí y una vez allí, frente al hospital, adentrarse con decisión en la av. Argentina para circunvalar la plaza Castilla hacia la pequeña bocacalle donde hasta el día de hoy persiste el comercio de chatarra metálica, seguimos por el Jr. Huancavelica un giro a la izquierda en Jr. Tayacaja que corre paralelo al Jr. Cañete y seguir derecho hasta la plazoleta del barrio, en la esquina la parroquia y al lado la comisaría, este es el Jr. Callao que se alarga hasta el Jr. De la Unión, pero como la av. Tacna está reservada para el transporte público, llegar a esta ubicación límite último con el puente sobre el río hablador, requería pericia del conductor para evitar colisiones de tránsito y habilidad narrativa de El Autor para NO aburrirle hasta este punto.
El tramo comprendido entre las av. Colonial y Argentina es, además de caótico en hora punta, deprimente aquella mañana invernal de cielo plomo a la vista de un impresionable escolar a bordo de la destartalada hojalata amarilla piloteada por un conductor de rostro irrecuperable por el paso de los años, pero atención a este detalle que es aquí donde el relato toma cuerpo y toda la lectura de 3,6mil palabras previas toma sentido:
El copiloto es un niño que aun no alcanza la edad de diez, ansioso de no acumular una nueva tardanza, el panorama le imprime melancolía en el ánimo, la tristeza se incrementa porque aborrece la escuela, pero asiste resignado pues entre clase y clase, dictados y ejercicios numéricos, se le olvida que en casa, las ollas, así como el balón de GLP, quedaron vacías y la electricidad no puede reconectarse hasta el final de la tarde cuando culmina el turno de los inspectores urbanos.
Y sobre todo, que allí dentro de la escuela, nadie toca la puerta para cobrar deudas impagas.
Entonces ocurre lo trascendente que penetra por el oído izquierdo y a diferencia de los bocinazos propagados con agresividad entre unos y otros al volante, este sonido acaricia el cerebro y reconforta el corazón.
Unas notas que fluyen en armonía y una voz, una sola, que NO precisa de arreglos ni coros ni mujeres semidesnudas para encandilar a la audiencia. No es un cover de producción digital, es una interpretación genuina:
♪¿Qué puedo hacer para que sonría? ♫
Es la voz de Leopoldo Dante Tévez, nacido en Santiago del Estero, Argentina, a través de la emisora La Inolvidable que se oye intermitentemente en una precaria radio de la hojalata amarilla sobre cuatro ruedas.
Mejor conocido como LeoDan, este artista inmortal ha cumplido su tiempo, ha retornado a la fuente original y su desaparición me hubo abierto el corazón para recordarle con gratitud, pues, bien sabido es entre la muchedumbre que ignora un sinfín de cosas, aunque incomprensible para las selectas inteligencias ensoberbecidas por el sabor del fruto del árbol de la ciencia, que la trascendencia humana se alcanza con entrega de sentimiento que puede conservarse intacta e inmanente hasta el fin del EON.
Así de simple puede explicarse la paradoja del espacio-tiempo en el universo apreciable en tres dimensiones, pues somos humanos buscando sin hallar, andando en circulo, sintiéndonos solos, incomprendidos, huérfanos en la vastedad insondable del KOSMOS ignorando y creyendo saber lo que se repite desde generaciones o celebrando descubrimientos a medias, recuperando del olvido máximas antiquísimas.
A veces, basta quedarse quieto y en silencio para contemplar como las piezas encajan una a una por la fuerza invisible que expande el TODO.
Desde la ciudad donde abunda MIERDA,
Día treinta del solsticio, año solar 25, siglo XXI.
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