Apartados:
Advertencia:
Justificación:
Dedicatoria:
Conclusión:
Deslinde1:
Deslinde2:
Invitación:
Prefacio:
Año 13 ***
El relato inicia en un piso con vista a las calles de Miraflores.
Con las manos vacías completo un efusivo abrazo de felicitación a la cumpleañera por su onomástico.
Ella sonríe y señala la bienvenida a la jungla mientras regresa al ajetreo de atención a sus invitados.
Procuro pasar desapercibido mientras recorro la espaciosa sala sin comedor, me dirijo hasta las amplias ventanas, desde allí supuse que podía observar el ecosistema en el que me hallaba inmerso.
Un mozo se aproxima al alcance de mis largos brazos, tomo una copa y bebo vino espumante, lentamente recorro el salón con la vista y me pregunto, ¿Cómo fue que me metí en esta incómoda situación?
Acostumbrado a la condición de rara avis, esta vez había superado con creces el desarraigo, los asistentes eran miembros o aspirantes a la fama escénica. Por primera vez, experimento apabullamiento sin exposición directa. El titubeo existencial ha encendido el radar de un predador homosexual. Percibió mi orfandad social y me aborda con desinhibida lascivia. El tipo además de guapo es encantador; excelente narrador de historias, me hace saber que de su madre - reconocido rostro del periodismo televisivo - además de la extroversión, poder de convencimiento y gusto extravagante, heredó un linaje que puede rastrearse hasta una pequeña isla habitada del mar Egeo.
A la tercera copa ya había superado la frígida barrera del contacto físico. ¡Tremendo rosquete!
Atenta a la desvergonzada táctica de seducción, la anfitriona acude a mi auxilio y con refinada excusa me conduce a la salvaguarda de otro círculo menos pecaminoso. Procede a presentarme, estrecho manos e imprimo besos en tersas mejillas, uno a uno hasta llegar al turno de alguien a quien finjo no haber visto actuando en cine y tv desde que tengo uso de razón. En vivo, su apariencia resulta más humana.
El personaje será sindicado como DB.
Algo he notado en el fugaz contacto visual durante el apretón de manos,
¿Dónde he visto antes esa mueca que no llega a ser sonrisa?
Año 10 ***
Este episodio aborda un desencuentro que ocurrió en una playa del Sur, más allá de Asia, en la tormentosa edad de la adolescencia.
Más que desencuentro fue un engaño porque la fémina -hoy Socialité- jamás se presentó a la cita. Una de las peores noches pasadas a la intemperie.
Al amanecer, tras un rápido chapuzón regresé a la carretera y abordé el primer bus de regreso a Lima.
Tres horas después, en una marisquería bastante alejada del mar, ocupé una mesa con vista a la calle, ordené un ceviche que me supo a derrota por la frustración del desplante. El primero en mi novel vida. Me retiré pensando que no habría nadie más desdichado en ese momento y lugar.
Gran sorpresa me causó encontrar a un mancebo de mi promoción venido a menos en insólita condición, apenas conseguía mantenerse en pie, no estaba ebrio aunque parecía, apoyando la espalda al poste de alumbrado, su desencajado rostro lucía falto del hueso que asegura la mandíbula en su lugar. Al reconocerme en cercanía, intentó disimular lo insalvable con una conversación casual, pero el simple diálogo quedaba más allá de sus posibilidades, incapaz de devolver la mirada, comprendí el porque de su lamentable estado psíquico:
Las drogas dejan siempre un residuo en la mirada.
También él lleva las siglas DB.
Año 22 ***
Al reencontrarnos, tres años después de mi emigración, aún su mirada albergaba cierto grado de reserva y vergüenza, habían transcurrido doce años desde el lamentable episodio de crisis de abstinencia, a nivel subconsciente, su niño interior se sentía en deuda conmigo, no obstante, el sentimiento es mutuo y más aún, debido al efecto de prelación de eventos.
Ocurrió en un viejo predio que servía como local de producción artesanal de pastelería. Además del área de proceso, descarga y estacionamiento, restaba una habitación doble, ambas amobladas con camas y colchones. Una prole de galifardos concurría asiduamente a destruir cuerpo, mente y espíritu en el inframundo de la drogadicción, fornicación y orgías. A su turno, cada mancebo utilizó esos viejos catres para el coito. No fueron pocos las niñas que entregaron su virginidad en ese inmueble.
Sin embargo, esa fría noche de invierno del año 07 estuvo reservada para la tribu.
Se había convertido en insano ritual el prolongar el consumo de alcohol alternando pitadas de bates de marihuana. Conforme transcurría avanzaba la madrugada, se extendía la necesidad de incrementar el grado de octanaje a través de un ayudín químico contenido en un envoltorio de papel periódico que ruleteó entre los parroquianos hasta llegar mi turno. Antes que fuese posible la inhalación, un par de torpes manos golpearon las mías provocando que el polvo blanco se esparciese en el piso, al levantar la mirada para recriminar al culpable por su torpeza, encontré la mirada de un muchacho que ya experimentaba el efecto neuronal.
Apenas alcanzó a decir:
“Esto no es para ti, causita.”
Quince años después, estábamos de pie, ambos chiquillos uno frente al otro, adivinando las facciones bajo las mascarillas, comentando que dura se había vuelto la vida pospandemia; él había ganado más peso, El Autor lo había perdido además del cabello, él conducía una nueva furgoneta para distribuir sus productos, El Autor andaba a pie calzando sandalias viejas, pero algo más cargaba él, algo imperceptible a simple vista, un espectro metafísico que impregna y desluce el brillo del Alma, solo reconocible mediante privaciones de dietas.
Concluida la cháchara, me acerqué para estrecharlo con un vigoroso abrazo, atrás quedaron los días de los amistosos besos en las mejillas barbadas, esta vez su interior parecía estar hueco, agujereado, le hablé cerca al oído para hacerle saber cuanto afecto le guardaba pues lo consideraba un hermano. Más, no obtuve respuesta recíproca, apenas una prolongación de risa nerviosa que me dejó un siniestro sibilante en sus pulmones.
Antes de despedirnos, le dije que tenía la certeza que nos reencontraríamos pronto si fuese voluntad del Padre Creador.
El efecto fue inmediato: Como una descarga eléctrica en su interior, el reflejo de la sacudida deshizo el apretón de manos.
Desde entonces, hemos coincidido muchas veces por los alrededores del vecindario, en todas ha elegido desconocerme desviando la mirada.
Me he sentido apenado, no por su repulsión, sino porque ya había sido advertido con antelación que ocurriría.
Entonces recordé las palabras que compartió Hugo Almanza Durand* acerca de la amistad y ratifiqué la trascendencia de las reminiscencias que esporádicamente afloran desde el subconsciente generando explosivas fracciones de lucidez dejando regocijo como efecto remanente por la magnitud de la experiencia fugaz.
Algo así como un FLASH* tras una dosis intravenosa.
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*Nota 1.- Reflexiones Habladas, disponible en la plataforma Spotify.
*Nota 2.- Si está interesado en el asunto, acceda a un visceral relato que no pude digerir completo tras dos intentos consecutivos.
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Con todo, la narración no justifica en su real dimensión el motivo de la conversión, para esto debemos adentrarnos más profundo en la memoria:
1. Adoctrinamiento: (´96 – ´07)
2. Abjuración: (´08 - ´10)
3. Predador Sexual: (´11)
4. Impenitente Senior: (´12 - ´16)
5. Confesión: (FEB 20´)
6. Homosexual: (SET 19´)
7. Epílogo:
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