*** Mahatma Paramahansa I ***
- cavernico9
- 20 may 2022
- 0 Min. de lectura
Actualizado: 22 jun 2022
Preludio:
Estimad@ lector, a continuación le ofrendo una idea que he trabajado durante veinticinco años en ejercicio de la facultad de la razón, memoria y lucidez.
El contenido ha sido editado en reiteradas ocasiones durante diversos peregrinajes en desiertos, montañas y la floresta.
Desde este momento, al compartirla, deja de ser parte de mi propiedad intelectual y se la entrego incondicionalmente, porque el bienestar suyo es tan importante como el mío.
Sírvase aquilatar el contenido siguiendo estas instrucciones para su lectura:
Lea de corrido, sin prisa, sin detenerse distraído con palabras ajenas a su vocabulario. Al finalizar observe la imagen que acompaña y respire profundamente.
Lea nuevamente, con más calma esta vez, identifique la ilación de las palabras. Al finalizar escuche con ojos cerrados esta canción.
Lea por última vez, más pausado aún, su memoria reconocerá el camino trazado por las palabras y los vacíos serán superados por el sentido común. Al finalizar, escuche nuevamente la canción mientras contempla la imagen.
Cierre los ojos y escuche el sonido de su corazón. Ud. acaba de recibir una idea en forma de semilla que solo puede germinar si la alimenta de silencio y luz interior.
Cuando esté preparado para continuar, sírvase, por favor, hablar con su madre y/o hij@(s). Hágales presente mis saludos de esta manera:
“Amor mío:
Allí fuera, en una isla al otro lado del océano,
hay un loco calato que dice que no es Amor
lo que sentimos el uno por el otro.
Dice que es Apego y a eso nos aferramos por miedo a vivir en libertad.
Dice que es fácilmente engañoso pensar que se siente Afecto
por alguien de quien se recibe algo en contrapartida.
Que si fuese Amor verdadero,
deberíamos sentirlo también por aquellos que nos ofenden y
confabulan en contra nuestra.
Este loco piensa que tú y yo, yo y tú,
ya nos conocíamos desde antes de nacer, y que volveremos a estar juntos cuando ya nos hayamos marchado de esta Tierra.
¿Puedes creerlo?
Este hombre loco,
dice y porfía que
no debemos sentir miedo por la muerte ni al adiós.
Porque en DIOS estamos todos ahora,
así ha sido desde siempre y seguirá siéndolo,
a pesar que no podamos recordarlo. “
Y si Usted estimad@ lector, es huérfano y sin descendencia, y cree poseer la ventaja de no sentir apego por otro ser humano, el pedido es encarecido:
A partir de este momento, proceda a reconocer a cada individuo que encuentre en su camino como un herman@ suy@ nacido de la misma Madre y engendrado por el mismo Padre.
Si aún está interesado en el contenido, debo advertirle que esta publicación no será un homenaje a las madres como se acostumbra en esta calenda.
La imagen adjunta tiene una historia propia, detallada al final del texto.
El título “Mahatma Paramahansa / Supremo Cisne de Alma Grande” es un tributo a dos grandes maestros que continúan iluminando el sendero desde la otra orilla. La reseña también la encontrará al final.
Habiendo erigido el filtro, decida ahora si continuará con la lectura del microrrelato que he titulado: Las tres mitades de una Madre.
Si acude con el corazón predispuesto.
Siempre será bienvenido.
Acto Primero:
Ella es joven, bella y voluptuosa; es consciente del favor recibido de la naturaleza y así se conduce por la vida, sintiéndose feliz por ser como es.
Mucho tiempo repartió sucesivos desaires a todo pretendiente impresentable, hasta que finalmente, apareció en escena un semental llegado de otras tierras a quien concede el derecho de desposarla.
Acto Tercero:
Ella cuida de un decadente despojo humano sobre una silla de ruedas.
En las mañanas, faena sobre el crucero peatonal cuando el semáforo está en rojo agitando un marchito racimo de ruda sobre el parabrisas de los vehículos detenidos a cambio de una limosna. Si las monedas no son pocas, esgrime la estampilla de un Santón y bendice al conductor.
Cuando la luz cambia a verde, sopla un silbato y se encarga de que el tránsito sea fluido.
“Yo soy policía”
- aclara a todo aquél impertinente curioso que se detenga a mirarla con ojos de lástima.
Por la tarde, retorna a su habitación, un muladar atestado de chucherías inservibles que ha acumulado durante años, los trastes se desbordan e impiden que cierre la puerta.
Una de las tantas voces que bullen en su interior le hace saber que está siendo observada de espaldas, discuten un momento, la voz se impone, dicta la orden y ella obedece: su cabeza gira como si fuese un maquiavélico muñeco de ventrílocuo y dispara una imprecación que cala los huesos del curioso fisgón:
“¡LARGO DE AQUI, MISERABLE!”
Acto Segundo:
Ella está enamorada pero insiste en que no se entregará hasta después del matrimonio. Embelesada acepta la invitación del hombre de sus sueños para llevarla a un viaje a la selva amazónica y allí le presentan a otro hombre, uno muy sabio y poderoso, capaz de curar los males del cuerpo y mente con medicina natural.
“Hay que purgarse antes de la unión conyugal”- le dicen.
Al anochecer, acuden a una casucha con techo de hoja de palma, le sirven una bebida oscura, espesa, de olor penetrante y nauseabundo.
“¿Qué es esto, Amor mío?” - pregunta ella.
“Es medicina,
bébela sin asco y sin miedo.
Confía en mí…”.
Y así lo hace...
Bajo los efectos de la bebida espirituosa, la bella y mil veces deseada mujer, es vejada con alevosía por ambos hombres.
Ella quedó psíquicamente fragmentada y embarazada; meses después parió un hijo con síndrome de down.
Aún siendo mentalmente incapaz de asumir la responsabilidad de la maternidad, unos días siendo mujer y madre, otros siendo niña, hermana y compañera de travesuras, juntos aprendieron a sobrevivir en dependencia mutua.
La protagonista del relato es Rebecca, y me temo que no es personaje ficticio. Tuve el inolvidable disgusto de conocerla cuando presté atención un letrero a puño y letra pegado en su ventana:
“No se atreva a meterse aquí, ladrón”.
La curiosidad es un pecado y ella pronto me lo hace saber arrojándome el contenido de una bacinica para dejar en claro que es más conveniente para ambos que en el futuro camine por la vereda del frente.
La última vez que apareció en mi camino, fue cuando visité un negocio de vidrios para solicitar la cotización de una ventana acústica.
Desde la penumbra del rincón oí su frenética voz:
“¡Este w&v0n no va a comprar nada,
solo te va a hacer perder el tiempo...
¡Que se largue!”
Un día, ella floreció como la flor más hermosa el jardín.
Al día de hoy, yace marchita escupiendo improperios dictados por demonios internos a todo abejorro que la ignora en su raudo paso.
* * * F I N * * *
Acerca de la imagen:
Un amigo me comentó acerca de la impresión que causó en su infancia “El Jardín de las delicias” de “El Bosco” Jerónimo.
Me preguntó si también albergaba algún recuerdo visual semejante y le confié lo siguiente:
Cuando niño, llegó a mis manos un libro que no estaba en edad de leer, pero su caratula me cautivó de tal manera, que la contemplaba a menudo.
Ésta mostraba un inmenso árbol frondoso y bajo el follaje, las sucesivas etapas de la vida del ser humano. De izquierda a derecha, desde un neonato pasando por el cenit de la adultez que devenía en la decrepitud de la ancianidad.
El título era “Sobre la brevedad de la vida” de un tal Lucio Séneca.
Veinte años después, en un parque donde acostumbro correr, hallé un árbol idéntico bañado por la cálida luz matutina de un día de primavera.
Demoré semanas que hicieron meses buscando la fotografía ideal y mientras tanto, el soplo del viento del cambio de estación mermó el follaje del frondoso árbol.

Aún desnudo, decidí honrar esta ofrenda incluyéndolo, cuando finalmente estuve en el lugar correcto, a la hora programada, con la luz esperada, numerosos transeúntes irrumpían sin tregua en la composición de la fotografía.
Fue entonces cuando entendí el mensaje del Creador del Universo:
La portada de aquel librillo de bolsillo, fijada en mi imaginario, se había transfigurado en algo tangible a mis sentidos.
No hacía falta seguir porfiando por la fotografía ideal, lo sustancial, acababa de ocurrir y resultaba inasible a ojos que no ven.
Acerca del Título:
Luego de hablarme de su impresión sobre “El Jardín de El Bosco”, él preguntó si conseguía evocar algún recuerdo memorable de la temprana infancia, El Autor asintió esbozando una sonrisa.
Pero para contarte sobre esto, del por qué escogí el título para esta publicación, debo antes recoger los pasos perdidos cruzando los Alpes Japoneses del Norte, hacia un lago congelado en la orilla opuesta de la Isla.
Y esa, me temo, es una historia para otra ocasión.
Discúlpenme, por favor, la grosería.
Dedicatoria:
A todas las mujeres que trajeron nueva vida a este mundo aceptando el agridulce sabor de la ingratitud que conlleva la maternidad.
A mi primera gran maestra en la vida, cuyo calostro - la savia más dulce que he probado en veintitantos años de existencia – me otorgó todo lo que necesito para vivir la vida entera en estado de gratitud.


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